En revista La Defensa (No. 3, diciembre del 2016)
EDITORIAL. LA TENTACIÓN TOTALITARIA.
El abogado, por ser necesario a su condición profesional, ejerce la defensa emulando a Heráclito, y a mérito de la verdad plantea de ser necesario la falsedad de la tradición.
Hay una falsa tradición de ideología de raíz totalitaria referida a la censura del juicio y prácticas supuestamente abusivas de la defensa. Le teme al conflicto, ignorando que la propia vida es un permanente conflicto con la muerte. Y requiere coraje y dignidad para asumirla. Dignidad en la forma de enfrentar ese conflicto inevitable.
Para Heráclito nacido en el año 540 anterior a nuestra era, la justicia (dike) es conflicto y todo adviene según el conflicto, generado por la necesidad.
Castoriadis sostiene que “la armonía más hermosa es aquella producida por entidades en conflicto, y todo adviene según la eris, discordia y disputa”.[1]
El miedo al conflicto y la falta de capacidad para generar armonía entre los contrarios a partir del juicio que procesa las diferencias, es nota característica de los gobiernos que laten al compás de la vena totalitaria. Dueños absolutos de verdades que no son tales, eligen el camino aparentemente simple de la censura de las instituciones que deben procesar las discordias.
El libre acceso al procesamiento judicial de los conflictos es señal de salud republicana y madurez democrática.
Cuando una sociedad pasa por una crisis económica, los conflictos se agudizan, como consecuencia de ella.
El gobernante inepto crea mecanismos, para escapar del conflicto y ante su incapacidad para solucionarlo, pasa por alto la causa real y demoniza al síntoma de la discordia. Las cuestiones sociales para ellos se tornan en malditas.
Cuando los Ministros de Trabajo de la Naciones de Europa, salen a justificar la regulación legitimada de jornadas de 60 o 70 horas semanales, a partir del orden económico de la decadencia, ¿sirve el recordar la ignominia del proceso de los Mártires de Chicago?.[2]
¿Tiene acaso sentido advertir sobre la vigencia de las constituciones sociales ante la prepotencia de las burocracias políticas y económicas que se montan sobre la crisis, para practicar una extorsión tantas veces repetidas en la historia?
Los abogados corruptos, los jueces venales, las complicidades políticas, no cambian la naturaleza de la cuestión que planteamos. La desnudan.
El irrestricto derecho a la defensa, afirmado en la garantía del debido proceso judicial ante el juez natural, sirve para encontrar las causas de las discordias y sustentar valores en la sociedad que las superen.
Las medidas tomadas en materia previsional (ley llamada de reparación histórica en cuanto a la instrumentación de la defensa a partir de acuerdos basados en la extorsión afirmada en el estado de necesidad sobre la que informamos en los números anteriores de La Defensa Ver No. 1) y propiciadas en la reforma de la ley de riesgos del trabajo, (que encaramos críticamente reiterando posiciones del IDEL, en el presente ejemplar) pasan por el mismo conducto ideológico y recorren el camino arbitrario de obstaculizar el acceso irrestricto al juicio, para los sectores más necesitados de la población.
A los abogados nos preocupa, que esas medidas sean tomadas en medio de una campaña de desprestigio que afecta a los que ejercen su profesión llevando a los estrados de la justicia, los reclamos de los que sufren la crisis en mayor medida.
Esas medidas del poder administrador, no se diferencian en sus motivaciones profundas de la doctrina sentada por la Corte en la causa “Orellano c. el Correo oficial”, en la que se rechazó la tesis defendida por el que esto escribe, en cuanto a que el derecho de huelga, para los trabajadores se trata además de un derecho
fundamental de naturaleza gremial base de la libertad sindical, un derecho individual de incidencia colectiva.[3] El miedo al conflicto y como consecuencia su censura, es particularmente preocupante cuando pasa a inspirar el poder judicial.
Pero más nos preocupa la suerte de toda de la ciudadanía, que como la historia lo enseña, comienza en el destino de las víctimas elegidas como chivos expiatorios, de un orden injusto en el que los conflictos sean ignorados.
Porque con la suerte de algunas víctimas se comienza y también ella es nuestra suerte. La defensa nos pone en la línea de fuego. Y así debe ser en una democracia republicana, afirmada en el federalismo, gran problema institucional también eludido, abordado en éstas páginas.
Ricardo J. Cornaglia.
[1] Cornelius Castoriadis, Lo que hace a Grecia. I. De homero a Heráclito, Fondo de Cultura Económica, 2006, Buenos Aires, pág. 279.
[2] Ver nota al final de la Portada, con la crónica de José Martí.
[3] Puede verse en la solapa Media de esta revista, el Informe como “amicus curiae” que el autor llevó a cabo, en la audiencia pública convocada en esa causa, previo a dictar sentencia, por la Corte.