Juan José Cornaglia
Brochazos de nuestra tierra, relatos camperos, Editorial Acme, 1952.
La mano del tiempo, novela, Editorial Acme, año 1950.
Garras agrestes, novela, 1928.
Pobladores, cuentos, 2ª edición, 1961, Editorial A.
Aguantadores de sol, novela, 2ª edición, 1961, Editorial A.
Andando, cuentos, 1933.
Así son, cuentos, 1934.
Hilos de agua, novela, Editorial Pobladores, 1956.
Cuentos de nuestra tierra, antología, 1952. Editorial Raigal.
Semblanza de mi padre.
Mi padre, conocido literariamente como Juan José Cornaglia, era un periodista bohemio, que no estuvo sujeto a los lazos de la relación de dependencia de un trabajo asalariado.
Su nombre, era Juan Gregorio Cornaglia. Cambió Gregorio por José, un apelativo que recogió el nombre de mi abuelo paterno. Me indica el renombrarse, una señal de afecto y respeto a la hora de creer que se estaba haciendo así mismo.
Juan, así lo seguiré llamando, como interpelando a un amigo ausente, poco a poco fue dejando el periodismo y apostó todo a ser escritor. A lo que significó para él la gloria de ser escritor y con un estilo propio. Consideraba a éste un artista y al periodista, un profesional del escribir.
Sus aspiraciones y vocación, lo hicieron indiferente a los problemas del cómo ganarse el sustento. Creía que cuando un escritor no se rebelaba contra las leyes del mercado, se envilecía y degradaba.
Como la mayor parte de los amigos que frecuentó, creyó que el arte era lo que impulsaba su existencia y con coherencia vivió conforme a sus sueños. Corriendo tras la esquiva inspiración, no perdía el tiempo en menudencias y cuando sin resignarse, se enredaba en ellas, era porque ya nos faltaba en casa, lo más imprescindible. Para ello tenía que bajar de su Olimpo. Ese desplazamiento hacia las miserabilidades cotidianas trata de evitar, porque se sentía urgido por una misión que se había asignado y para la que sentía urgido porque el tiempo de su vida estaba contado. Su esposa, mi madre, Carmen, cargó con las consecuencias, no sin que la situación objetiva de la pobreza, en ese hogar de tres, dejara marcas. Durante mi infancia, tomé partido por ella, admirando más sus horas sobre la maquina de coser, sus peripecias para pagar alquileres, hipotecas y el almacenero con libreta atrasada.
Creí desde muy chico que entendía todo y como es lógico solo podía entender, como ahora mismo, solo parte de esa cuestión casi insondable que es una familia y los complejos lazos que crea. Si me guío por Sócrates, debo decir en esta materia especialmente, y en muchas otras que me importan, sólo sé, que sé poco, lo que es más que nada, pero no equivale a la certeza de la verdad. Esto por no querer conformarme con la glosa platoniana sin digerir.
Juan, atento a sus orígenes y las condiciones en las que tuvo que formarse, tuvo una sorprendente trayectoria. Leer más...