314.- La ardua reconstrucción institucional. La Defensa, editorial, mayo 2022. - RJCornaglia

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Revista La Defensa del IDEL-FACA, editorial, mayo del 2022

Editorial
La ardua reconstrucción institucional
Por Ricardo J. Cornaglia

La República Argentina se encuentra pasando por una crisis económica, cultural, social y política muy grave.
La condición, el nivel y la calidad de vida de los argentinos ha declinado al punto de que la pobreza, la desigualdad, la educación, la salud, la seguridad pública, alcanzan índices que aterran. El descreimiento y la desconfianza hacia las instituciones y los gobernantes y la desesperanza han llegado también a limites elevadísimos.
La deuda externa y la interna llega al punto máximo de saturación. El índice del riesgo país, se encarga de agravar las deudas, que al no ser honradas, cargan ineludiblemente sobre las generaciones venideras.
Los nietos de los inmigrantes, emigran. El trabajo que dignifica al hombre ha sido reemplazado por la dádiva que lo humilla.
El desequilibrio fiscal reclama un ajuste de las cuentas, que venimos postergando y tratando por todos los medios que las próximas generaciones se hagan cargo de la ingrata tarea que carecemos del coraje de enfrentar.
Las formas más primarias de la gestión de la cosa pública fracasan por incapacidad manifiesta de los que se dicen servidores y demuestran con descaro su habilidad para servirse y enriquecerse frente a un pueblo que contempla absorto desde su inigualada pobreza. Cualquier trámite que deba llevarse a cabo demuestra la incapacidad de una administración pública, que solo pareciera preocupada en incrementar (solo cuida de incrementar) día a día una burocracia inepta e ineficaz.
No demostramos capacidad de vacunar o  censar sin hacer una campaña proselitista.
La falta de valores y el necesario ejemplo que deben dar los gobernantes coadyuvan a conformar un cuadro muy triste e inmerecido para un país que supo ser respetado con un lugar destacado en un mundo no muy lejano.
Ante este cuadro de situación, cobra un sentido especial, reconstruir y reafirmar la vida institucional.
Pero, ¿cómo hacerlo, si las propias instituciones, nuestras instituciones, mal conducidas nos han llevado a este estado de confusión?
Razonablemente operando solo hay un método posible a seguir. El paso a paso, a partir de la reforma del estado de cosas, comenzando con los instrumentos ineptos y desacreditados que contamos.
¿Cómo garantizar el avanzar por esa vía crucis?
Haciendo del respeto irrestricto y la interpretación razonable de la Constitución un programa, ineludible para la reconstrucción necesaria. Nuestra Constitución y sus reformas merecen el mayor de los acatamientos. No constituyen un discurso retórico al servicio de cualquier fregado. Recoge lo mejor de nuestra historia. Nos abraza a ella. No necesita reformas sino sano respeto.
Conseguir que la República respete la división de los poderes, que el federalismo deje de ser una figura preceptiva y se afirme en la autonomía real y la independencia del poder central, es esencial.
Confiar en la democracia eleccionaria, protagonizada por partidos políticos con principios y programas claros, es necesario.
Nuestro pueblo ha dado muchas veces, en situaciones de peligro, pruebas de que tiene las reservas de las que carecen los que han hecho de la política una profesión y no un servicio.
La reconstrucción pasa por sanear a las instituciones no desde afuera y por intervencionismos milagrosos, sino desde dentro sus entrañas y con arduo trabajo.
Es tal el maremagnum que solo un pacto profundo, preexistente y semienterrado entre las ruinas, pero a nuestro alcance puede servir de cimiento y para el despegue del barro de la corrupción impune.
Un pacto de fe, para una sociedad que ha perdido la confianza, por sobre el discurso de demagogos y sicofantes.
No es hora de milagros, es hora de trabajar para todos.
Daré un ejemplo de lo que podemos hacer los abogados en esta hora crítica. Como cuerpo de profesionales (más de 200.000), que asumen importantes roles en la gestión de la cosa pública y en la justicia: comencemos por unirnos sin mezquinos intereses sectoriales o regionales.
Consolidemos a la Federación Argentina de Colegios de Abogados, institución federalista centenaria y rectora de la profesión para que democráticamente nos represente a todos, incluso a los abogados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con capacidad de rescatar la genuina representación orgánica de los justiciables, por medio de sus Colegios y Asociaciones. Esas son las entidades que desde la primera línea padecen y advierten la injusticia social que viven los colegiados, en el ejercicio de su profesión, defienden.
Hacerlo con humildad y cautela. Si es necesario adecuando y modernizando sin dispendio de recursos, estatutos y conductas. Afirmados en un pasado secular, pero abiertos a las imperiosas necesidades del presente.
Unirnos ejerciendo a fondo la autocrítica, para poder servir de modelo de conducta tanto en los Consejos de la Magistratura como en los Jury de Enjuiciamiento que deberían ser reglamentados respetando la finalidad y la letra de la reforma constitucional que los engendró, con el objetivo del aseguramiento y no de la desaparición de la independencia de la justicia y de su despolitización parcial, sin la que no se concibe una República.
Somos testigos y protagonistas de este estado de cosa y cargamos en gran medida con las responsabilidades del pasado, para seguir dejando de ser lo que debemos ser. Debemos hacer honor a nuestra profesión llevando la voz de los que no pueden hacerlo en defensa de sus derechos.
La justicia que nos falta nos duele a todos y como auxiliares imprescindibles de ese poder desmantelado, al que ni siquiera se le cubren las vacancias, proveer los candidatos que sean ejemplo de idoneidad y civilidad objetiva y no militancia obsecuente.
Comencemos con nuestro propio enjuiciamiento, para poder seguir desde el llano,  defendiendo y juzgando a los demás.
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