Revista La Defensa del IDEL-FACA, junio de 2024. Nº XCII.
Editorial
El pandemonio parlamentario
Por Ricardo J. Cornaglia
Pandemónium deriva de las
palabras griegas pan, que significa
todo o cada uno, y daimonion que significa pequeño espíritu o pequeño
ángel.
La opinión pública, advierte que el parlamento argentino se
ha tornado en un pandemonio. La división de los poderes en nuestro Estado de
Derecho, asigna al legislativo la función, por excelencia, de crear la ley a
partir del debate y la confrontación democrática de los representantes del
pueblo seleccionados a partir de partidos políticos.
El debate de la Ley de Bases y el tratamiento del DNU 70/23
lo expusieron al desnudo con las sesiones viralizadas del trabajo en comisiones
y en los recintos de las Cámaras de Diputados del Senado de la Nación. La
prensa escrita, radial y televisiva y las redes comunicacionales se encargaron
de magnificar la dramatización paródica.
Cuando la asamblea que debate se transforma en un
pandemonio el resultado (la norma), como es natural, refleja el nivel de
racionalidad y lógica que puede esperarse de un concilio de demonios. De
pequeños demonios, ángeles caídos, como los describiera John Milton en el Paraíso
perdido (1667).
El poder ejecutivo, hace todo lo posible y a su alcance,
para demonizar a los legisladores, representantes del pueblo a partir de
partidos políticos en la democracia que precariamente supimos y pudimos
conseguir en nuestros inmaduros dos siglos de existencia. Antes lo fue la
autocracia colonial y antes, la anarquía tribal en el desierto escasamente
poblado. A eso se puede reducir nuestra escasa historia. Esta es una pobre
disculpa.
La demonización como maniobra política de fuerte impacto
cultural, parte de una mentira a medias, que es la más efectiva forma de
construir poder básicamente corrupto. Un poder asentado en el barro. Es decir,
sin cimientos.
Las leyes que resultan del pandemonio suelen ser pocas,
aparatosas y de insignificante poder real representativo de los intereses de la
sociedad, no entendida como una mezcolanza de castas, sino como una trabajosa
racionalización de conflictos de intereses sociales.
De ese tipo de normas, por extensas y reglamentarias que
sean, solo resulta el aumento de la conflictividad por falta de seguridad
jurídica. Trabajo para el poder judicial, que tiene el deber de someter al
producto del pandemonio al breve, simple y más claro orden que la Constitución
impone.
Aunque el batifondo pandemonial legislativo ha sido grande,
el resultado ha sido magro, en cuanto a sanción de normas se refiere. Los
demonios han estado haciendo mucho ruido y pocas nueces.